Benito Juárez Ramírez
Omealca, Ver.- Con su rostro duro, cenizo por el sol, observa las montañas de Coatica, esos cerros que la vieron nacer. Doña Crecencia Cuicahua Ixmatlahua, cien por ciento de sangre pura indígena; a sus 70 años aun se ve fuerte, regia; pero expresa que ella solo sabe como aguantó tanto maltrato y humillaciones de sus hermanos y esposo.
Sin mencionar el nombre de quien fue casi su esclava, dice que su sufrimiento prácticamente fue desde que nació, porque al año y medio de haber nacido, murió su madre, quien apenas contaba con 21 años. Solo sabe que murió de una extraña enfermedad.
El plátano morado hervido y la calabaza melona fueron el alimento de su infancia; ni siquiera comían tortillas, porque en esta sierra no había dinero para comprar el maíz; solo comían hierbas de monte.
En esta sierra, donde los cerros se convierten en esos grandes paredones, porque al atardecer entre 4 y cinco de la tarde el sol se oculta temprano; la gente se refugia en sus viviendas.
Con nostalgia, expresa que tuvo una infancia muy triste, primero por la falta de su madre; en la que fue criada por su abuela que les vivió 110 años; sus hermanos, Pascual y Renato, fueron su apoyo; pero el alcohol que aun predomina; había que aguantar también sus golpes.
Buscando huir de ese sufrimiento, se casa y dice; “me fue peor, porque los golpeas eran a diario, y después cuidar los cuatro hijos”.
Dijo que no fue a la escuela, por lo que no sabe leer ni escribir; e ir a la escuela a sus 70 años, señala que ya es tarde.
Lo único bueno de hoy, comenta, es que esta comunidad ya cuenta con energía eléctrica, agua, escuelas y caminos; porque hace 60 años, para llegar a la zona baja, caminaban entre veredas, enfrentando los peligros de las víboras, los tigrillos y otros animales ponzoñosos; hoy señala que Coatica es muy bonito; y solo vive de esos tristes recuerdos.