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Presidencia de EUU, el comienzo o el fin

La campaña está en marcha y en pocos días los estadounidenses definirán sí hay REELECCIÓN o SUCESIÓN

El pasado martes 29 de septiembre se llevó a cabo el primer debate presidencial con el Candidato republicano y Presidente de los EEUU, Donald Trump, quien busca prolongar su estancia en la Casa Blanca por cuatro años más. Y su contraparte: Joe Biden, abanderado Demócrata, quien fue vicepresidente en la administración Obama.
El primer debate: En términos generales fue un mal debate para ambos contendientes, rayando en lo vergonzoso. Sin aportaciones estructuradas sobre el futuro del país en los próximos años. El hecho de que haya sucedido, incluso, cuando más de 200.000 estadounidenses han muerto a causa del Covid-19, hizo que la falta de seriedad fuera aún más sorprendente… y dolorosa.
Sí, Trump dominó el debate, pero eso se debió a que intimidó, interrumpió y engatusó tanto a Biden como al moderador Chris Wallace en todo momento. Seguro, eso animará a sus más firmes seguidores. Pero ¿de verdad creen que necesitaban una actuación de debate como esta para emocionarse y votar por él? Las interrupciones hicieron que el debate fuera literalmente imposible de ver.
Por su parte, el ex vicepresidente comenzó lento. Su respuesta sobre por qué no debería ocuparse el escaño de la Suprema Corte antes de las elecciones fue vaga. Lo cual es impactante dado que Biden tenía que saber que le harían esa pregunta. Aunque logró fortalecerse un poco en la parte intermedia del debate, particularmente cuando argumentó que el mal manejo de la pandemia de coronavirus por parte de Trump ha costado vidas estadounidenses. Pero con demasiada frecuencia se dejaba arrastrar por los atropellos del republicano.
Y aunque la base demócrata sin duda se regocijó cuando le dijo a Trump que se callara y lo llamó «payaso», es difícil, ver cómo eso está en concordancia con el mensaje central de Biden de restaurar la decencia y el liderazgo en la Casa Blanca.
A comienzos de este año la reelección de Trump parecía algo inevitable, ni si quiera estaba definido quien representaría al partido Demócrata. Tomando en cuenta varios factores, como el dato histórico que favorece a los presidentes que buscan la reelección. De cierta manera estaba cumpliendo con lo prometido en campaña bajo el famoso lema: “Make America Great Again” (Hacer Grande a América, otra vez); empeñado en culpar a China y México de muchos de los problemas que aquejan al país, mediante su discurso y acciones políticas buscaba demostrar que tenía la razón, confrontando al gigante asiático derivando en una guerra comercial. Por su parte a México además de atacarlo con el tema migratorio, y prácticamente ordenar que el gobierno de México contuviera a los migrantes centroamericanos, consiguió renegociar y modificar el TLCAN, transformarlo por uno más a modo de EEUU, ahora llamado T-MEC.
La figura y peso político del presidente siempre ha sido controversial y cuestionado respecto a su actuar poco diplomático. Destacando figuras de la oposición desde la Cámara de Representantes, quienes han puesto en evidencia las malas prácticas de la administración Trump; consiguiendo llevarlo a Juicio a comienzos de este año. El Partido Demócrata ha sumado espacios; pero eso no es garantía de fortaleza de los demócratas, por el contrario, su derrota en 2016 se tradujo en una notable fractura y perdida de liderazgo, paulatinamente se han ido recuperando, pero cargando con secuelas que se reflejan en el abrupto número de aspirantes a la candidatura por el partido azul.
Con las “primarias” los perfiles se fueron depurando, hasta llegar a la recta final 3 poderosos aspirantes a enfrentar al candidato Republicano: la política y académica Elizabeth Warren, el ex vicepresidente Joe Biden y el senador predilecto por la izquierda Bernie Sanders. La batalla comenzaba muy cuesta arriba tanto para Warren como para Biden, encontraste, Sanders parecía arrasar y en las preferencias y hacerse por fin de la candidatura, no obstante, el discurso tan socialista del senador de Vermont, no terminó por cuajar en la cúpula del partido.
El “supermartes” del 03 de marzo, terminó por dar un giro de casi 180 grados en la carrera, dejando a Biden como delantero con amplia ventaja sobre Sanders, luego de ganar la mayoría de los estados en disputa, y previa reunión del “establishment”. Su nominación resultó inminente.
De pronóstico reservado. Para comprender las elecciones presidenciales en EEUU, hay que ver como un proceso de elecciones estatales, más que una nacional; esto es: el voto popular no garantiza nada, en 2016 Hillary Clinton obtuvo más votos que Donald Trump, pero este último ganó en estados clave que le sumaron más Delegados del Colegio Electoral y por ende resultó electo presidente.
El juego importante está en conquistar los “swing states” (estados bisagra), entidades que históricamente no tienen una preferencia decantada por un partido, y pueden definir el resultado de la elección.
Aún quedan unas semanas para la elección y dos debates presidenciales más, donde, se espera que las dinámicas generales de la carrera cambien muy poco. Lo cual puede favorecer a Biden, al ir arriba en las encuestas, pero debe evitar caer en el juego sucio de su oponente.
– Donald Trump, positivo a Covid- 19, ¿lo responsabiliza o lo humaniza?

– ¿Podrá Biden imponer sus propuestas o perderá la campaña por falta de personalidad?

JA. Sandoval

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